La fiebre del Mundial de fútbol, el evento deportivo más esperado a nivel global, desvela una cruda realidad económica para millones. Para un mexicano que percibe el salario mínimo, el sueño de presenciar la final se antoja virtualmente inalcanzable. Un boleto de reventa, valorado en más de 22 millones de pesos, representa una deuda de casi dos siglos de trabajo.

La pasión por el fútbol y el anhelo de vivir una final de la Copa del Mundo son sentimientos universales, pero la realidad económica global dibuja una brecha abismal en el acceso a esta experiencia. Mientras millones sueñan con presenciar el culmen del balompié mundial, los costos exorbitantes de los boletos de reventa colocan este evento fuera del alcance de la gran mayoría de la población mundial.

Un análisis reciente, originalmente publicado por SinEmbargo MX, pone de manifiesto esta dura realidad para la población mexicana. Según el medio, un ciudadano con ingresos equivalentes al salario mínimo en México necesitaría destinar la totalidad de sus percepciones durante 197 años consecutivos para poder adquirir un único boleto de reventa para la final del Mundial. Este exclusivo pase, que permite el acceso al partido cumbre del torneo, tendría un costo que superaría los 22 millones de pesos. Esta cifra astronómica no solo ilustra el costo desproporcionado del evento, sino también la profunda desigualdad económica que prevalece en el país.

La disparidad es tan marcada que el acceso a la máxima fiesta del fútbol parece reservado exclusivamente para un sector privilegiado. La imposibilidad de acceder a un evento de esta magnitud para la vasta mayoría de la población con ingresos modestos subraya una tendencia preocupante: eventos de trascendencia global, que deberían ser una celebración inclusiva, se están transformando en espectáculos de lujo, accesibles solo para aquellos con una capacidad económica excepcional. Esta situación refuerza la percepción de un 'Mundial para los ricos', alejando a la afición común de la experiencia de sus sueños.